Por Jean Carlos Ranauro
Un viejo lobo de mar, un corazón remendado y una promesa. Esta es la carta de presentación de los Pilgrim’s, cinco peregrinos de alma celta que comenzaron su andadura en 2016 y ahora con un primer disco cargado de intenciones, “Walk & Run”. Un explosivo viaje en el tiempo a la vieja Irlanda, tierra de leyendas y cerveza, a través de la voz y la guitarra de Nicolas Escott, el bajo de Íñigo García, la fuerza arrolladora de Xabi Altuna “Patta” y su batería, el violín de Eneko Paez y el whistle hechicero de Ion García. Un grupo de punk folk, con influencias de grupos como Rumjacks o Dropkick Murphys, que se fue fermentando poco a poco, como la buena cerveza.
El viaje comienza con una historia de amor que estalla en mil pedazos, dejando tras de sí un corazón roto y el firme convencimiento de que “todavía estoy aquí”. “I’m still here” nace de una ruptura, de uno de esos momentos en los que la vida golpea con fuerza. “Todo va bien y de repente, una de las personas cambia, y el sueño se rompe”, explican los integrantes de Pilgrim’s, que revierten la situación para convertir un corazón roto en toda una declaración de intenciones. “Si la vida golpea muy fuerte, no corras, no grites, no llores, siéntate solo en la oscuridad y pon tu vida en orden”.
La travesía continúa, esta vez en una taberna oscura, en la que corren ríos de cerveza y el viejo Kilkenny es nuestro compañero de viaje. Un viejo pirata, maltratado por la vida y sus propias decisiones. Corriendo con un cuchillo entre los dientes y un trabuco cargado, el viejo Kilkenny nos acompaña a través de las dos canciones que le siguen; “Home’r”, un recuerdo de la infancia y “It’s coming”. Más adelante, “Ghost son”, cuenta la historia de un chico que creció sin padre; convirtiéndose en el fantasma de una casa sin hogar. “One More” es la siguiente en la lista, seguida por “Twice upon a time”, riéndose entre dientes de una broma que empezaba con “éranse dos veces…”
La siguiente parada en el camino es una promesa de vida. Y la recoge “I’m mine”, una canción que habla sobre una vida de abusos bajo el yugo de alguien que trata de decidir por ti. No obstante, esta canción es un grito de esperanza. Una loca carrera por recuperar las riendas del propio destino y, como el viejo Kilkenny, pegar un golpe sobre la mesa y exclamar: “Soy mío”. La carrera termina al amanecer con “Pistols at dawn”. Es el lamento de un granjero obligado a empuñar las armas para defender su granja y su libertad, acuciado por un terrateniente que no entiende que jamás podrá apropiarse de la tierra que pisa. Al final, solo quedan pistolas al amanecer.
“I can’t help it” es la siguiente; una canción rebelde que mira al pasado, repasando aquellos días en los que la adrenalina marcaba el rumbo. Sin miedo, sin temores, un camino que construyó al hombre de hoy en día. Un pasado que, para bien o para mal, no cambiaría. El punto final lo pone el “Captain Fist”, un marino al que sus tripulantes dedican la canción. Otro viejo lobo de mar que mantiene a la tripulación ocupada, tanto, que algunos amenazan con clavarle las manos al mástil. Un broche de oro a este disco que navega a través de los sentimientos y la rebeldía con la misma facilidad con la que disfruta de una buena juerga en una taberna irlandesa.