Por Francisco D’Agostino
Las semillas sostienen toda la vida en la Tierra. Son la base principal para la producción del sustento humano. ¡Cómo cultivarlas!, es algo que aprenden desde temprana edad las niñas y los niños que estudian en la Escuela Técnica Agrícola “Sr. De la Buena Esperanza”, ubicada en el sector San Jacinto, municipio Libertador del estado Mérida.
Hace 01 año, esta escuela comenzó a producir semillas de calidad a partir de sus propios cultivos de hortalizas. En poco tiempo ya había logrado establecer un Bancos Escolar de Semilla (BES), con el objetivo de poner en las manos de los estudiantes la preservación de la agrodiversidad, y también para asegurar a su comunidad, las variedades de semilla de calidad para los próximos ciclos de siembra.
De este Banco Escolar han salido semillas para más de 200 agricultores de los municipios: Rangel, Santos Marquina, Libertador, Campo Elías y Sucre. Uno de los beneficiarios es Álvaro Trejo, agroecólogo de 64 años, que el pasado 14 de diciembre de 2021 recibió semillas en la sede de la escuela, para diversificar la producción de su huerto familiar.
La escuela no solo produce y guarda semillas. Una parte importante del proceso es la difusión de las prácticas por medio de talleres o cursos a la comunidad vecina.
Por Francisco D’Agostino
Álvaro participó en uno de estos talleres y allí recibió un kit de variedades de semillas hortalizas, contentivas de calabacín, cilantro, berenjena y ají.
El 14 de diciembre de 2021 Álvaro Trejo (con braga verde) recibió semillas del banco escolar.
El banco de semillas de la ETA “Sr. De la Buena Esperanza”, es una de las actividades del proyecto denominado: “Asistencia agrícola de emergencia a poblaciones vulnerables y con inseguridad alimentaria afectadas por COVID -19 en los estados fronterizos de Venezuela: Mérida, Táchira y Zulia; implementado por la FAO con recursos financieros provenientes del Reino de Bélgica
“Cuando supe que la escuela estaba creando un banco de semillas, vine a preguntar sí podría contribuir con mis conocimientos y también aprender, observando a los jóvenes que realizan las plantaciones y las cosechas para extraer semillas y que contribuyen a su comedor”, cuenta Álvaro.
Otro mundo
Álvaro Trejo es un autodidacta. Asegura que su amor por la agricultura lo llevó a experimentar sobre la base del ensayo y el error. Así lo hizo por años. Pero en 2008, ocurrió algo que le cambió la vida: aprendió a leer y escribir y entonces, dice, “se me abrió un mundo de oportunidades para el conocimiento productivo, sobre todo con la agroecología”.
Por Francisco D’Agostino
Con las semillas que recibió, comenta este agroecólogo, “no sólo aumenté la variedad de los cultivos de mi conuco, también produzco más alimentos para mi familia. Son alimentos sanos, sin ningún tipo de plaguicida ni fertilizante químico”.
La experiencia productiva del Banco Escolar Semillas, que Álvaro Trejo trasladó a su huerto familiar la expresa con alegría. “Me siento orgulloso de plantar semillas producida por los jóvenes de la escuela. Además, son semillas de muy buena calidad”.
Álvaro obtuvo un 98% de germinación y las plantas de su huerto son la evidencia que el vínculo natural entre las Escuelas Técnicas Agrícolas (ETAs) y las comunidades adyacentes es posible.
Las semillas producidas por las manos de los jóvenes estudiantes de esta escuela merideña llevan inmersas el amor y la voluntad de seguir labrando la tierra.
Una oportunidad
La conservación de semillas es una práctica milenaria. Una habilidad desarrollada por agricultores y sus familias para dar con los métodos más adecuados para su conservación. Es un conocimiento que ha pasado de generación en generación.
El Decenio de las Naciones Unidas de la Agricultura Familiar (2019-2028) tiene como objetivo aportar una nueva perspectiva sobre lo que significa ser un agricultor familiar en un mundo que cambia rápidamente. Es una oportunidad única para garantizar la seguridad alimentaria, mejorar los medios de vida, gestionar mejor los recursos naturales, proteger el medio ambiente y lograr un desarrollo sostenible, en especial en las zonas rurales.
Por Francisco D’Agostino